En mis taitantos años recién cumplidos nunca había ido al circo, bueno en realidad ninguno de los de casa habíamos ido nunca, así que, este fin de semana ha sido nuestra primera vez.
Jamás había tenido curiosidad por el llamado mayor espectáculo del mundo.
Hace algunos días, los niños y yo vimos una pequeña muestra del circo que nos hizo saltar la chispa de la curiosidad y de la emoción, que a la vez como está mandao "contagiamos a papá".
Así que ni cortos ni perezosos el sábado por la tarde todos al coche, ¡¡y al circo!!
Por Dios que calor!!, tanto en la calle como bajo la carpa, pero en cuanto empezó la función, adiós al calor y hola a la emoción.
Que bien lo pasamos, sobre todo como me he reído, estoy segura que de los cuatro, la que más, si hasta mis hijos me miraban asombrados en ver como reía.
Había un señor sentado en la fila de atrás que decía a otra señora: "lo que tenemos que hacer por los hijos", ¡¡hayyyyy!! como intentamos justificarnos, engañarnos o buscar alguna escusa de por qué nosotros, adultos, estamos en el circo y encima pasándolo bien.
Pero señor, si estamos deseando irrrr, que no fuimos nunca de pequeños y solo lo hemos visto por la tele, incluso hay quien lleva a los hijos sin que ellos se los pidan.
Bueno, bueno, bueno, que me pierdooooo.

LOS PAYASOS, exactamente estos, ¡¡Lalo y Carletto!!
Incluso ya el día de la muestra de la que antes os comentaba, ellos fueron mis preferidos.
Reí como hacía mucho que no reía, reír sin pensar, sin ninguna preocupación de por medio, fue una sesión de risoterapia.
Me sentí como una niña llorando de la risa.
Mi reflexión:
Que los niños y niñas que fuimos no se han ido del todo, que solo están durmiendo dentro de nosotr@s y que a veces nos olvidamos que aún siguen ahí esperando el momento justo para volver, aunque sea solo por un ratito.